viernes, 20 de diciembre de 2013

La utopía de la Formación Profesional: en el camino de lo posible

Mucho se ha escrito sobre la Formación Profesional. Probablemente, mucho más se seguirá publicando; por ejemplo, este mismo artículo. Aunque profesionalmente me relaciono con la Formación Profesional, ni mucho menos me tengo por experto, de ahí que me considere solo ligeramente justificado para dar una opinión, que no una respuesta científica o técnica, sobre lo que algunas personas -relacionadas con el entorno- percibimos que puede estar ocurriendo.

Partimos de una premisa evidente: No conozco a nadie que se oponga a la idea de que el futuro de la empleabilidad pasa por derivar el esfuerzo educativo hacia una Formación Profesional de calidad. Yo también comparto esta opinión.

Por otra parte, también se hace evidente que una Formación Profesional de calidad pasa por una adecuación de contenidos y competencias a las necesidades reales de los empleadores. En la medida en que los alumnos consigan aprender lo que realmente necesitan expondrán una mayor superficie laboral a la contratación ya que suscitarán un mayor interés en el empresario, quien verá en esos alumnos correctamente formados una solución para cubrir sus necesidades de producción. Esa relación entre la oferta del alumno y la demanda de producción de la empresa se formalizará bajo el delicado ropaje de un contrato laboral.

Y aquí, es donde surgen las primeras dudas:
¿Es posible conseguir esa "adecuación" entre lo aprendido y las necesidades de producción? 
Se me hace evidente que sí, puesto que hay lugares o países en que se consigue, lo que determina que sí es posible. Pero, entonces, ¿por qué no se consigue en todos los entornos y lugares?

Una posible respuesta es que, a priori, aceptamos sin más que todos los procesos educativos son iguales, lo que no es necesariamente verdad.
Es cierto que, subjetivamente, todos procesos de aprendizaje tienen similitudes ya que el sujeto que aprende es el mismo con independencia de lo que aprenda,  pero no hay que confundir los procesos de aprendizaje con los procesos educativos.
La educación en Formación Profesional se dirige a conseguir un empleo en el seno de una organización productiva (o al autoempleo) y esto colorea todos sus procesos de aprendizaje de una manera singular que no se da en otras líneas educativas. Efectivamente, otras enseñanzas no comparten este objetivo de la empleabilidad y, por tanto, sus procesos se apartan de este fin.

De aquí extraigo una primera conclusión:
Si no todas las enseñanzas son iguales, entonces, ni sus tratamientos ni las leyes que rigen estas enseñanzas deben ser iguales. Generalizar las enseñanzas es un frecuente error cometido por algunos dirigentes, colonizadores de despachos administrativos, ciertamente alejados de la vida real.
Desde algunos estrados se ha propuesto una formación dual para la FP. Efectivamente, la FP dual es un modo de salvar lo intrínsecamente específico de estas enseñanzas y un nexo de unión entre las escuelas y las empresas, pero ¿hay alguien que pueda garantizar que funcione?
En algunos países sí funciona, básicamente en aquellos sitios en los que la formación depende más del entorno de producción que del escolar.

Implantar un entorno de formación dual eficaz es no solo difícil sino que me parece casi imposible, por eso se me antoja una utopía. Una percepción tan tajante como esta exige un esbozo de justificación.
Puesto que la FP  se relaciona directamente con el entorno de producción, reflexionemos sobre cómo interacciona con cada uno de los tres sectores económicos de producción.

La FP y el sector primario (agricultura, pesca, ganadería)

No hay ley que pueda regir la sucesión de estaciones, climas, plagas, etc. Una normativa no puede obligar a las semillas a germinar por decreto. Por tanto, si la ley que gobierna la porción de FP relacionada con las actividades económicas del sector primario no concede suficiente flexibilidad al proceso educativo está condenada al fracaso. Bien lo saben las Escuelas Familiares Agrarias acostumbradas a lidiar con este problema.

Además las escuelas de FP deberían poder mantener una relación directa con grandes explotaciones agrícolas o ganaderas. Claro que los alumnos de esta FP, una vez titulados, no trabajarán necesariamente en grandes explotaciones y necesitarán haber adquirido alguna experiencia en la gestión de explotaciones de tamaño medio o pequeño ya que serán su principal fuente de empleo.
Y en estas pequeñas explotaciones, ¿alguien sabe cómo plantear una FP dual cuando ésta exige una cualificación en el pequeño empresario -quizás autónomo- que no está al nivel de cualquiera?
Por ejemplo, el empresario tendrá que calificar la actividad práctica del alumno y justificar su evaluación. ¿Tiene capacidad el empresario agricultor o ganadero para gestionar lo que la ley dice que tiene que gestionar en una FP dual?

La FP y el sector secundario (industria)

En este sector la FP  dual es mucho más sencilla, sin embargo, requiere tener industria. No en todos los lugares hay industrias o hay suficiente industria o de suficientes sectores.
Cuando se trabaja en la industria, la especialización debe ser extrema porque los procesos industriales están ligados a herramientas de producción asociadas a marcas o a patentes que difieren de unas explotaciones a otras.

Por tanto, en esta ocasión el objetivo de aprendizaje dual está muy bien definido. Sin embargo, la escuela puede fácilmente quedar descolgada del proceso educativo.
¿Cómo el profesorado de una FP puede enseñar los procesos de producción de una gran empresa industrial si el mismo profesor no tiene acceso a esa tecnología, que solo esa empresa concreta puede proporcionarle? ¿Cómo tendrán las escuelas acceso a las carísimas tecnologías utilizadas en las industrias en las que deben formar a sus alumnos?
Esto solo sería posible si la formación se deriva directamente a la empresa haciendo que tenga un sólido departamento de formación o, mejor aún, una división de formación, lo que solo está al alcance de grandes o muy grandes empresas. Esto ya se inventó hace mucho tiempo: se llamaban aprendices. También sería necesario que no ya los alumnos sino también los profesores tuvieran acceso a esa "formación dual".
Una buena parte de los proyectos de formación dual son de este tipo, pero entonces:
¿Cómo formamos futuros trabajadores para el resto de las empresas que no tienen capacidad de crear un entorno de aprendizaje interno y que justamente son las que proporcionan la mayor parte de la empleabilidad?

La FP y el sector terciario (servicios)

Aparentemente la formación dual en el sector servicios es prácticamente imposible. Los ciclos de producción del sector servicios suelen ser tan breves y de tanta urgencia que no admiten la ralentización que supondría tener al lado a alguien inexperto formándose. De hecho, la mayor parte de las empresas de servicios, sobre todo si son pequeñas o medianas, no admiten formación en sus estructuras: exigen que el personal laboral esté ya suficientemente formado en el momento de realizar el contrato laboral por eso se exige tanta experiencia -y además, reciente- para tener opciones de contratación.
En muchas empresas de servicios, tener personas formándose es considerado como contracompetitivo.
Además, con el abaratamiento del despido se consigue que quien no pueda dedicar tiempo a la propia formación, puesto que en la empresa no la recibirá, será fácilmente sustituible por otra persona bien formada a quien, cuando entre en el ciclo de producción, le ocurrirá igual que a quien le precedió en su puesto, cerrando así un círculo vicioso perverso. Por tanto, tendrá que elegir entre formarse (sin producir) o producir (sin formarse). Para cualquier empresa de servicios, formarse es una necesidad permanentemente insatisfecha.

Pienso que esta es una experiencia con la que se habrán topado todos aquellos que hayan tenido que gestionar en algún momento el actual módulo de Formación en Centros de Trabajo (FCT).

Por si fuera poco, las empresas de servicios están acostumbradas a que la formación sea costeada por las Administraciones públicas y por sus mismos trabajadores desde los fondos de aportación a la FP. Algo que en estos tiempos de crisis ha disminuido seriamente amén de la desconfianza que han generado algunos escándalos derivados de la corrupción en la gestión de estos fondos.

Básicamente la reflexión se reduce a considerar:
 ¿Por qué una empresa va a gastar un dinero en formación de sus empleados cuando puede cubrir sus necesidades gratuitamente buscando en un mercado laboral transido de estacionalidad? Y es que, la formación se sigue percibiendo como un gasto en vez de como una inversión.

Y ahora, ¿qué hacemos?

En cualquiera de los casos, sea cual fuere el tipo de Formación Profesional que se contemple, lo que sí es imprescindible es que las escuelas de Formación Profesional alcancen un altísimo grado de calidad técnica. No conozco ninguna ley que se ocupe de esto. Sé de muchas normativas didácticas, pedagógicas, administrativas, económicas, organizativas, horarios, ratios, etc., pero ni una sola norma que coopere con la mejora significativa de la calidad técnica de los centros educativos de Formación Profesional, sean públicos o privados. No digo que no las haya, digo que no las conozco.

Algunos centros lo consiguen con su propio esfuerzo a pesar de las inmensas dificultades externas, pero con la persistencia de las crisis económica y laboral lo han dejado de tener a su alcance. Quizá sea esa la razón del declive de muchos centros de FP, algunos de los cuales -siendo tan indispensables como dicen las administraciones públicas- han tenido que cerrar. Si, además, pensamos que muchas instituciones de Formación Profesional hacen este tipo de educación por motivos sociales, fácilmente se puede llegar a la conclusión de que cerrar un centro de FP es una auténtica tragedia, algo semejante a aprovecharse de las circunstancias para robar al desvalido.

El apoyo de las administraciones y de las empresas a la estructuración en departamentos técnicos dentro de los centros de FP es casi imperceptible, por no decir inexistente, lo que viene a sumarse a la posible desmotivación del profesorado que observa, indignado y resignado, cómo la ingente cantidad de horas fuera del horario laboral que consumen en mantener en funcionamiento un laboratorio se estrella frente al embate de olas de toda naturaleza:
¿Se preocupan las administraciones públicas de ellos? ¿Se preocupan las empresas educativas? ¿Se preocupan las compañías beneficiarias de la FP dual? ¿Se preocupan los centros que tienen FP junto con otras enseñanzas de proporcionar el trato peculiar -no necesariamente privilegiado- que requiere la FP? Puede que sí, pero creo que es manifiestamente mejorable. Y no por falta de interés, sino por esa obsesión inconsciente de tender a generalizar o a uniformar y pensar que "todo el monte es orégano".
Sí veo centros -públicos o privados- y grupos de profesores que hacen lo que pueden, aunque no tengan medios técnicos o económicos, perspectivas de crecimiento ni, como se descuiden, alumnos. Hay profesores que se las ven y se las desean para conseguir que sus alumnos puedan acudir a realizar sus prácticas de Formación en Centros de Trabajo, sin las cuales no podrían graduarse. Pensemos por un momento en el elevadísimo coste en horas-hombre-especialista que se lleva confeccionar algo tan interesante como es un plan de formación dual

Porque, todos lo sabemos pero nadie se atreve a pregonarlo, la formación dual es mucho más barata en aula (para las administraciones públicas), pero es mucho más cara en su totalidad (para la sociedad) que la FP no dual.
Por eso, cuando -sin que hagan nada eficaz- oigo a algunos políticos, organizaciones empresariales o educativas, directivos de empresas u otros agentes sociales que se les llena la boca de espuma al hablar de la Formación Profesional, a mí se me llenan los oídos de bla-bla-bla.
Te dejo aquí un enlace a una experiencia de FP que me parece de mucho interés, para que la compares con el modelo de FP que conoces.
¿Cuándo entenderán las administraciones que apoyar incondicionalmente una FP es apostar sobre seguro?
Un alumno de FP con capacidad y conciencia de que debe formarse durante toda la vida y que consigue un buen trabajo es alguien que no solo aportará durante sus muchos años de vida laboral fondos a la Seguridad Social, sino que además no consumirá recursos de desempleo y, si tiene un sueldo razonable, será un potencial consumidor que ayude a proporcionar movilidad a la economía.
¿No le compensa a la Administración dejar de recortar en formación y apoyar estas iniciativas que tanto rendimiento económico prometen? Porque lo tendrán. Claro que el fruto de estas iniciativas no se obtiene dentro de la misma legislatura en la que se legisla, lo que los políticos percibirán como un freno que pondrá de manifiesto la incapacidad de consenso que demuestran.
Pienso que con los debidos controles, la inversión pública en formación no solo no debe recortarse sino que debe incrementarse. Y, además, significativamente. No es por la FP sino por el bien del país, de sus ciudadanos y de cada uno de los tres sectores productivos en que se basan las economías reales de todo Estado.

Desde luego no es esta la FP de la que venimos ni la que se está implantando actualmente. Sin embargo, a pesar de la utopía y debido a que es algo tan necesario, a mí me parece que otra FP sigue siendo posible. 

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Alfredo Abad Domingo.
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1 comentario:

  1. Me parece muy interesante este análisis que realizas acerca de la Formación Profesional. Esta implica tanto factores como necesidades en cualquier empresa o institución, y concuerdo en el hecho de ser utilizada en la retórica política. Por supuesto pienso que es una inversión pero como tal, debe ser planificada y ejecutada con precisión. Agradezco que hayas compartido estos pensamientos y experiencias que siempre enriquecen los saberes. Saludos!

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